Orquidea Pleurothallis flexulosa

 

 
De mi diario en Villa Tunari, Bolivia
 
 
 
He meditado  mirando el río San Mateo bordeado por inmensos bosques tropicales que besan sus aguas.
 
El río es como un inmenso cordón umbilical que me lleva a la cordillera de altos picos nevados, cubiertos ahora por densas nubes: penetra por mi vientre y corre por mis venas, me inunda el pecho y el ser entero.
 
Me Cuenta su historia muda que mi cabeza científica os vierte en palabras:
 
Las piedras areniscas con sus fósiles de bivalvos y braquiópodos me transportan a la época en que Pangea era un solo, inmenso continente; cuando estas regiones eran arenas bajas o sumergidas en la zona de poca profundidad (Bentos) nacieron estas montañas de profundas capas de sedimentos acumulados a lo largo de millones de años.
 
Las redondas piedras del río con sus colores: rojos de hierro o negros de pizarras carboníferas me cuentan su historia.
 
Las líneas de vegetación del borde del río ya me dijeron su nombre:
Las inmensas poaceas en forma de abanico llamadas aquí Chuchío es la gramínea (Gynerium sagittatum) conforman la primera línea de bosque que bebe de las aguas mansas.
 
Los ambaibos (Cecropia concolor) de enormes hojas palmeadas, me han enseñado a leer las señales del clima: cuando va a llover, su envés blanquea. Las fibras de sus hojas las utiliza un pájaro constructor, la oropéndola crestada, para tejer sus nidos
 
Miro el paisaje y todo me habla. Lo cuento en palabras pero la visión me inunda por dentro y me hace vibrar de emoción, me penetra, está dentro de mí. Así, las  hojitas tiernas del ambaibo, abren dentro de mi y me acarician en su dulce crecimiento.
 
Las orquídeas del bosque hablan con penetrantes gritos silenciosos que me hacen vibrar y sus aromas me adormecen y hechizan y yo florezco en mil formas, colores y  aromas que me superan y hacen temblar de emoción…
 
Cuando salgo a la realidad, después del ensueño, me esperan cientos de plantas que reclaman mi atención de jardinero. Estoy lleno de ánimo y energía para cuidarlas y mimarlas.
 
Lleno de emoción descubro las diminutas Pleurothallis que tengo estudiadas y fotografiadas. Se muestran como pequeños ombligos donde la belleza y el mismo mundo nace humildemente plenos de amor.
 
Enamorado, me sumerjo en el inmenso río que contemplo; en las alas de  bandadas de cormoranes (Phalocrocorax olivaceus) vuelo hacia el este como un ave migratoria más.
 
El rio  me atraviesa y recorre mi ser con su incesante canto  de piedras (antes murmullo marino) entre sus corrientes cruzo la amazonía y…
 
Me dirijo hacia el mar, el mar de mi propio Thao..
 

Manuel

Villa Tunari

Agosto de 2018